11/23/2007

En su cumpleaño 85 recordamos a José Saramago

José Saramago (1922)


José Saramago nació en Azinhaga (Portugal) en 1922. Antes de responder a la llamada de la literatura trabajó en diversos oficios, desde cerrajero o mecánico, hasta editor. En 1947 publicó su primera novela, "Tierra de pecado", ahora reeditada en Portugal, coincidiendo con los cincuenta años de su aparición. Pese a las críticas estimulantes que entonces recibió, el autor decidió permanecer sin publicar más de veinte años porque, como él afirma ahora «quizá no tenía nada que decir»

En la entrega de premios del Certamen Nacional de Cultura, instó a los niños a ''leer libros, a reír y llorar sobre ellos''


ROSARIO– Sobre las páginas de un libro se puede llorar, no así sobre la pantalla de una computadora, aseguró ayer el escritor portugués José Saramago, al defender el valor de la lectura tradicional ante decenas de niños argentinos. El Premio Nobel de Literatura 1998 encabezó ayer en Rosario el acto de entrega de premios del Certamen Nacional de Escritura organizado por el Gobierno, en el que participaron 3.000 alumnos de todo el país. En una alocución varias veces interrumpida por los aplausos, Saramago instó a “respetar las palabras” y, como si fuera el abuelo de todos ellos, instó a los niños a “leer libros, y a reír y llorar con ellos”. “No hay nada en el mundo que haya podido ocupar el lugar de los libros. Cuando me preguntan qué diferencia hay entre leer un libro pudiendo tocarlo o hacerlo por internet, siempre contesto: ‘Sobre la página de un libro se puede llorar. No sobre la pantalla de una computadora’”, señaló emocionado. El autor portugués defendió la palabra “no sólo como mero elemento de comunicación”, sino también como un instrumento para “sentir y crecer”. “Los hombres pensamos con palabras y mejor pensamos cuanto mayor es la cantidad de palabras que manejamos”, sostuvo el autor del El hombre duplicado, Memorial del convento y El Evangelio según Jesucristo, entre otras, dirigiéndose “especialmente” a los niños que llegaron a esta ciudad desde regiones pobres del país. En este sentido, recordó que sus padres “casi no sabían ni leer ni escribir, pero las pocas palabras que usaban las sentían como muy suyas”. “Y así me educaron, porque no es cierto que el analfabeto no pueda educar, porque educar es transmitir valores” y ello siempre corresponde a la familia, comentó. Saramago dijo que pudo acceder a los libros “recién a los 18 o 19 años”, en un mundo en el que “no había radio, ni televisión, ni internet, ni play station”.“Y digo que gracias a Dios que no había nada, porque eso me obligaba a inventarme las historias y los juguetes”, confesó. El escritor, de 82 años, advirtió asimismo que en Argentina “no se habla una sola lengua”, y en ese punto pidió que se respeten los idiomas de las comunidades indígenas. “La idea que les dejo, que quizás sea tonta, es que se impulse un plan para que los argentinos, además del castellano, puedan hablar otro idioma de los que utilizan algunas comunidades ancestrales que estaban aquí antes de que llegaran los conquistadores”, destacó. También abogó por “respetar las palabras” y dijo que los ciudadanos son los encargados de darles su contenido: “Hay que tener cuidado con las palabras. Hay que decirlas y pensarlas de forma consciente. Si no las respetamos, no nos respetaremos a nosotros mismos”.

Diario Uno, 20/11/2004

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El hombre duplicado (fragmento)




¿Qué sucede cuando Tertuliano Máximo Afonso descubre, a sus treinta y ocho años, que en su ciudad vive un individuo que es su copia exacta y con el que no lo une ningún vínculo de sangre? Ese es el interrogante que Saramago, explorando de nuevo las profundidades del alma, plantea en El hombre duplicado.
¿Cómo saber quiénes somos? ¿En qué consiste la identidad? ¿Qué nos define como personas individuales y únicas? ¿Podríamos intercambiarnos con nuestro doble sin que nuestros allegados lo percibiesen? Innovando frente a las convenciones de la novela, Saramago convierte la voz narradora en sujeto activo, en un juego metaliterario que pone al servicio de la historia y que va mucho más allá de las rupturas estrictamente formales


"El hombre que acaba de entrar en la tienda para alquilar una película tiene en su documento de identidad un nombre nada corriente, de cierto sabor clásico que el tiempo ha transformado en vetusto, nada menos que Tertuliano Máximo Afonso. El Máximo y el Afonso, de uso más común, todavía consigue admitirlos, siempre dependiendo de la disposición de espíritu en que se encuentre, pero el Tertuliano le pesa como una losa desde el primer día en que comprendió que el maldito nombre podía ser pronunciado con una ironía casi ofensiva. Es profesor de Historia en un instituto de enseñanza secundaria, y la película se la ha sugerido un colega de trabajo, aunque previniéndole, No es ninguna obra maestra del cine, pero te entretendrá durante hora y media. Verdaderamente Tertuliano Máximo Afonso anda muy necesitado de estímulos que lo distraigan, vive solo y se aburre, o hablando con la exactitud clínica que la actualidad requiere, se ha rendido a esa temporal debilidad de ánimo que suele conocerse como depresión. Para tener una idea clara de su caso, basta decir que estuvo casado y ha olvidado qué lo condujo al matrimonio, se divorció y ahora no quiere ni acordarse de los motivos por los que se separó. A su favor cuenta que no hicieron de la desdichada unión hijos que ahora le vengan exigiendo gratis el mundo en una bandeja de plata, pero la dulce Historia, la seria y educativa asignatura de Historia para cuya enseñanza fue contratado y que podría ser su amable refugio, la contempla desde hace mucho tiempo como una fatiga sin sentido y un comienzo sin fin. Para temperamentos nostálgicos, en general quebradizos, poco flexibles, vivir solo es una durísimo castigo, pero tal situación, reconozcámoslo, aunque penosa, rara vez desemboca en drama convulso, de esos de estremecer las carnes y erizar el pelo. Lo que más abunda, hasta el punto de que ya no causa sorpresa, son personas sufriendo con paciencia el minucioso escrutinio de la soledad, como fueron en el pasado reciente, ejemplos públicos, aunque no especialmente notorios, y hasta en dos casos de afortunado desenlace, aquel pintor de retratos de quien nunca llegamos a conocer nada más que la inicial del nombre, aquel médico de clínica general que regresó del exilio para morir en brazos de la patria amada, aquel corrector de pruebas que expulsó una verdad para plantar en su lugar una mentira, aquel funcionario subalterno del registro civil que hacía desaparecer certificados de defunción, todos pertenecientes, por casualidad o coincidencia, al sexo masculino, aunque ninguno tenía la desgracia de llamarse Tertuliano, y seguro que eso habrá significado para ellos una impagable ventaja en lo que se refiere a las relaciones con sus prójimos."

(Nota: Hay un extenso repaso de su obra en www.escribirte.com.ar)

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El poder de las redes

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From: marioenrique, 1 hour ago