Copio parte del post del Blog de Abel. Siempre es bueno volver sobre este fenómeno que representa el peronismo en la sociedad argentina contemporanea.
Lo primero a apreciar es la diversidad. Se puede adelantar ya, que en Tucumán, con exuberancia tropical, apoyarán la candidatura de Cristina Fernández unas 30 listas distintas, todas encuadradas por el gobernador Alperovich. En Santiago del Estero, más sobrios, serían tres los frentes principales a votar por el oficialismo – uno de ellos de movimientos sociales – seguramente con el visto bueno del gobernador Zamora, un radical K.
Pero otras situaciones no se conocerán con certeza hasta que estén inscriptas. Se me ocurre que, por ejemplo, en la blogosfera K contendrán el aliento, hasta que queden fijos los alcances de la lista de adhesión de Martín Sabbatella en la Provincia de Buenos Aires (Artemio le puso al tema el peso ideológico de una lucha contra el stalinismo, y la emoción de un Boca-River, de los de antes).
Ya sabemos que habrá multiplicidad de siglas, reflejando situaciones muy distintas. Fíjense que en las elecciones provinciales de anteayer en Neuquén, el PJ y la UCR fueron aliados, enfrentando sin suerte a un partido provincial, el M.P.N. Pero cometen un error los que repiten la acusación, ya vieja, que el peronismo ha pasado a ser una confederación de partidos provinciales.
Porque con una fuerza mostrada pocas veces en la historia reciente – que no surge de ninguna mutación especial, sino de la buena intención de voto que Cristina muestra en todas las encuestas – la conducción nacional está interviniendo en la confección de las listas de todos los distritos. Por supuesto, tomando en cuenta las realidades de poder locales.
Aún en la Capital Federal, donde – al no existir hoy liderazgos reconocidos – las listas fueron decididas en su totalidad desde la Presidencia, fue elegida para encabezarlas la figura más conocida del progresismo kirchnerista porteño, a pesar de haber mostrado autonomía – desobediencia – en otros momentos. Y ése es el caso extremo. En todos los demás distritos. o se han realizado internas recientemente, que permitieron medir fuerzas, o se negoció con el gobernador. O ambas cosas.
La excepción, a hoy, parece ser Córdoba. Pero me inclino a pensar que De la Sota negociará la lista de diputados nacionales con la Presidente en los próximos días. La única provincia totalmente independiente en sus listas sería, como ya es tradicional, San Luis.
El panorama que veo, y que me interesa transmitirles para que me corrijan si estoy errado, es de una fuerza política profundamente heterógenea, en su composición social, en sus estilos políticos y hasta en sus discursos. Que así se diferencia del peronismo que conocimos hasta el 2003, pero que es una diferencia en grado, no en su naturaleza: el justicialismo nunca fue homógeneo en su estructura, ni siquiera en los primeros gobiernos de Perón (reivindicaba orgullosamente su condición de Movimiento).
Sobre todo, es una fuerza que conserva el ADN peronista de acumulación, flexibilidad y pragmatismo. Ha abandonado casi por completo el discurso tradicional peronista, excepto en los sindicatos, pero ese es un proceso que empezó en los ´80, con la Renovación. Y si uno recuerda que dirigentes muy importantes de la Renovación fueron Don Vicente Saadi, Carlos Juárez y Carlos Menem, puede darse cuenta que el cambio de discurso no llegaba muy lejos.
En realidad, un amigo me decía hace pocos días, luego de volver de Santiago, que la diferencia principal entre Juárez y el radical Zamora, es que éste usa Twitter. Pero es tucumano, así que a lo mejor exageraba.
Uno se define como peronista, porque cree que ese ADN, y sus votantes, claro, son los que definen la naturaleza de la fuerza de la que formamos parte. Y la gran mayoría de esos votantes siguen viniendo de abajo, como cuando Evita vivía. Pero es cierto que los cambios han sido muy importantes.
Hay de nuevo una militancia joven, que, obviamente, no arrastra la historia anterior. Y se ha reincorporado – y hoy es fervorosamente partidaria de la Presidente – un ala izquierda que se había alejado o mimetizado en los ´80 o en los ´90, que influye poderosamente en el discurso oficial. Por eso, siento que no puedo decir que están equivocados los que lo llaman kirchnerismo.
Eso sí, sería un error pensar que la dirigencia, de diversas edades, forma hoy, como imaginó que llegaría a ser Torcuato Di Tella, un colectivo que comparte una ideología de centro izquierda moderada, con convicción democrática y respeto por los derechos humanos. Puedo estar equivocado, pero mirándolos en conjunto, me parece ver a los atorrantes de siempre.