Leandro Nicéforo Alem nació en Buenos Aires en 1844 - nació el 11 de marzo, o el 25 de febrero -. Se dedicó a los estudios de derecho y a la redacción de poesías, uno de cuyos versos puede servir como divisa de su vida: "Yo no doblego mi cabeza en la batalla". Muy joven aun en 1865, abandonó sus estudios para marchar como voluntario a la sangrienta guerra que
De regreso del conflicto, Alem se reincorporó a sus estudios, graduándose y dedicándose al mismo tiempo a la política, que fue la absorbente pasión de su vida. Demócrata y antiautoritario, en 1868 se unió al Partido Autonomista de Adolfo Alsina, donde pronto se destacó por sus dotes, oratorias y el espíritu incisivo que mostraba en los debates públicos de la época. En 1871 fue elegido diputado de la legislatura provincial de Buenos Aires.
En 1874 pasó a ser diputado nacional. Se opuso tenazmente a la política conciliatoria de Avellaneda. En
Se convirtió en líder intelectual y guía político del grupo de descontentos que buscaban cambios en la política y una mayor participación en el proceso gubernamental de la década de 1880.
En 1877 formó, con su amigo Aristóbulo del Valle, el Partido Republicano.
En 1889, durante los confusos momentos de la crisis política y económica que enfrentaba el país, organizó
Alem fue uno de los caudillos de la revolución de julio de 1890 que provocó la renuncia del presidente, Juárez Celman.
Fue electo senador nacional. Opuesto a Pellegrini, fomento y apoyo revoluciones provinciales contra el gobierno.
Leandro Alem se suicidó el 10 de julio de 1896, en un gesto que conmovió al país, dejando una carta a sus colaboradores en la que atribuía su acción a la traición de su partido.
"¿Usted es fulanito, el juez que me sentenció en contra en tal juicio?" A la respuesta afirmativa, le siguió un puñetazo que derribó al magistrado: Al solicitar la lectura de una sentencia que le era desfavorable, la rompió en pedacitos, por juzgarla errónea. Alem era puro nervio en su personalidad, y eso le ganó la devoción de la multitud.
Gran y vigoroso orador, el puño apretado y la voz llorona, y su famosa barba blanca, lo elevaron a la categoría de mito: y si alguna vez necesitáis la ayuda de un hombre todavía joven, de largas barbas blancas, diría en una ocasión, provocando el delirio de la barra.
Frustrado con el curso de los acontecimientos, y una vida de deudas morales y económicas, el disparo personal puso final a una vida dedicada a la integridad y la austeridad de la argentinidad.
“He terminado mi carrera, he concluido mi misión. Para vivir estéril, inútil y deprimido, es preferible morir. ¡Sí, que se rompa, pero que no se doble! He luchado de una manera indecible en los últimos tiempos; pero mis fuerzas, tal vez gastadas ya, han sido incapaces para detener la montaña… ¡y la montaña me aplastó! He dado todo lo que podía dar; todo lo que humanamente se puede exigir de un hombre, y al fin mis fuerzas se han agotado… y para vivir estéril, inútil y oprimido, es preferible morir. Entrego decorosa y dignamente todo lo que me queda: mi última sangre, el resto de mi vida. Los sentimientos que me han impulsado, las ideas que han alumbrado mi alma, los móviles, las causas y los propósitos de mi acción y de mi lucha en general, en mi vida, son, creo, perfectamente conocidos. Si me engaño a este respecto, será una desgracia que yo ya no podré ni sentir ni remediar…Ahí están mi labor y mi acción desde largos años, desde muy joven, desde muy niño, luchando siempre de abajo. No es el orgullo el que me dicta estas palabras, ni es debilidad en estos momentos lo que me hace tomar esta resolución. Es un convencimiento profundo que se ha apoderado de mi alma en el sentido que lo enuncio en los primeros párrafos, después de haberlo pensado, meditado y reflexionado en un solemne recogimiento. Entrego, pues, mi labor y mi memoria al juicio del pueblo, por cuya noble causa he luchado constantemente. En estos momentos el partido popular se prepara para entrar nuevamente en acción en bien de la patria. Esta es mi idea, éste es mi sentimiento, ésta es mi convicción arraigada, sin ofender a nadie. Yo mismo he dado el primer impulso, y, sin embargo, no puedo continuar. Mis dolencias son gravísimas, necesariamente mortales. ¡Adelante los que quedan! ¡Ah, cuánto bien ha podido hacer este partido, si no hubiesen promediado ciertas causas y ciertos factores! ¡No importa! Todavía puede hacer mucho. Pertenece principalmente a las nuevas generaciones. Ellas le dieron origen y ellas sabrán consumar la obra: ¡deben consumarla! (Fuente: Impulsobaires)
Leandro, hijo mío:
Antes de alcanzar la edad que ya tienes ahora, ya eran muchas las amarguras y vicisitudes que debí sufrir para formarme un hombre útil a la sociedad en cuyo seno he vivido combatiendo con los nobles afanes de su constante perfeccionamiento. Esta conducta, como digo arriba, me ha deparado muchas amarguras, pero he preferido siempre la línea recta, cualquiera fuesen los sacrificios o las injusticias a afrontar.
Sigue mi ejemplo, Leandro. No antepongas nunca los intereses pequeños o personales a los altos enigmas patrióticos y no abandonando jamás la línea recta que yo seguí en mi azarosa existencia, habrás rendido el mejor homenaje a mi memoria.
Te doy un beso en la frente para que la conserves pura. Esa es tu herencia.
Leandro N. Alem
(Carta del Dr. Leandro Alem a su hijo Leandro)
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