7/14/2008

LOS MUTANTES


Por Jorge Eduardo Rulli
La mal llamada crisis del campo, continúa prolongándose; simplemente, porque no se la quiere solucionar, porque se considera en clave setentista que el conflicto por sí mismo es altamente redituable, que su dinámica de confrontación va a conducirlo a generar escenarios deseables, que esos escenarios contarán entre otras ventajas, con menor cantidad de interlocutores, y que esas situaciones, establecerán la posibilidad de gobernar con una mesa chica de tan sólo algunos adeptos o acaso con los que realmente expresen algún poder.
A poco andar, algunos intelectuales deberían tal vez escribir sobre los procesos dialécticos a que conduce ese instrumento minúsculo: el telefonito, con el que hoy se manejan las operatorias políticas y la obediencia debida en democracia. De hecho, esta crisis que ya no es tan solo del campo, sino que ha devenido en la crisis profunda de la vida social de la Argentina, ha provocado debates, pronunciamientos y revelaciones como jamás habríamos imaginado hace tan solo cuatro meses atrás.
Nosotros, que hablábamos de estas cuestiones de la Soja y de la Biotecnología desde mucho antes, nos hemos visto asediados en estos últimos meses por los medios, también por numerosas organizaciones ciudadanas, que tratan de comprender qué es lo que está ocurriendo.
No ha sido poco nuestro esfuerzo en estos tiempos entonces, por clarificar, por transmitir los conceptos básicos que permitirían abordar el tema con cierta capacidad de comprensión y responsabilidad, a la vez que por evitar tomar partido y permanecer lúcidos frente al escándalo y al vocerío, y permanecer serenos frente a la tramoya y la farsa de los escenarios que enfrentaban, de un lado, los rencores anacrónicos del 55, y del otro, los discursos y las consignas tanto o más anacrónicas de los años setenta.

Debemos confesar que tanto a nivel personal como grupal, perdimos el sueño muchas noches, que polemizamos otras tantas veces entre nosotros, que muchas más dudamos, que en derredor nuestro las filas se ralearon de aquellos que pese a sus escrúpulos y a sus desencantos añejos, optaban por hacerse finalmente presentes en las plazas o en los cortes.
ratamos de mantener distancias, somos absolutamente conscientes del peso y de la violencia moral, que conllevan las viejas lealtades, así como las coerciones de antiguas antinomias. Sabemos también, de la atracción que provocan las polarizaciones políticas y de las sujeciones a los lazos afectivos o comunitarios. Somos mamíferos y humanos, venimos de derrotas y fracasos, no hemos terminado de hacer el balance de los años perdidos, de las mutilaciones y de los muertos entrañables cuyas ausencias aún lloramos. Los fantasmas de los desaparecidos y los juicios con goteo a los represores, con toda la enorme reivindicación de justicia que ellos entrañan, nos acompañan como una pesada losa, mientras el sueño de una revolución inconclusa, desvela nuestras noches y desasosiega nuestra vejez. Reconozcamos que podemos ser fáciles objetos de abuso por parte de los simuladores.
De hecho, hoy comienza a imponérsenos con fuerza la evidencia de prácticas generalizadas de simulacro o de simulación, como nuevos elementos de la política argentina, o tal vez mejor dicho de la hechicería política, fingiéndose y generándose atmósferas que remedan situaciones que atrapan nuestras emociones y que permiten hacer invisibles ciertas operatorias inconfesables.

Como los oyentes habrán comprendido, me refiero a las fortunas que se amasan especulando con el cobro de las retenciones por parte del complejo sojero aceitero, pero también estoy pensando en lo absurdo de un país que carece de controles aduaneros serios y que sin embargo, se permite continuar apostando al modelo agro exportador, a la vez que subsidiando las exportaciones de aceites y de agrocombustibles.
Asimismo, me refiero a la indigencia que nos agobia y de la que la soja, la biotecnología y los planes clientelares, que complementan armoniosamente ese modelo neocolonial de agro exportación, no pueden exculparse.
Ayer, en el transcurso de una reunión, una médica exponía su impotencia cotidiana en el consultorio, frente a madres que le llevan a sus bebés enfermos, niños de la tercera o tal vez, la cuarta generación de desnutridos, niños que carecen de un sistema inmunológico mínimo, y que configuran una situación epidemiológica en la que no importa lo que se haga, de poco, de muy poco servirá.
Sí, hay una parte de la población argentina que son como mutantes, son los mutantes del proyecto neoliberal y del proceso de sojización, los que mutaron en las condiciones más extremas para sobrevivir, los que acompañan con su tristeza y sus pasos cansinos esa sopa de siglas que desfila con banderas de todos los colores, los que en la noche esperan en las estaciones del subte o del ferrocarril, con sus gorritos o con sus chalecos identificatorios, para que los punteros los devuelvan a sus barrios y asentamientos del conurbano.
Alguna vez, todo esto fue un drama, hoy es una farsa, y luchamos para que no sea una tragedia irremediable. La farsa política a expensas de la extrema miseria de ese pueblo condenado, me duele en el alma, me acelera los pulsos, me avergüenza, me entristece, me hace sentir culpable de no haber gritado más fuerte en su momento, adónde llevaría el modelo de la soja, de no haber insistido con Pasquín Duran hace seis años para que aceptara recibirnos y comprendiera el fenómeno de la sojización, de no haber gritado más fuerte cuando hace ocho años Leonardo Moledo, poco menos que nos expulsó de su Café científico en el Edificio de la entonces municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, mientras exponía Esteban Hopp, que en ese entonces presidía el Instituto de Biotecnología del INTA.
¿Y qué podríamos decir del compañero Cheppi, presidente del INTA, que pasó de dirigir un ínfimo programa de Cambio Rural en Santa Cruz, a presidir el INTA a nivel nacional y elaborar las políticas estratégicas de este país en el campo de la producción, cuando no tenía la menor idea de lo que se trataba y puedo decirlo porque intentamos explicárselo infructuosamente, que carecía siquiera de las nociones básicas para comprender de qué le hablábamos.
Y ahora, expone sin embargo, sobre la sojización, ante los Diputados Nacionales de la Comisión de Agricultura de la Cámara, como si no la hubiese alentado durante cinco años y como si, el INTA, no continuara levantando a toda máquina, un polo biotecnológico en Carlos Casares, las tierras de nuestro conocido Gustavo Grobocopatel.
Y si esto no es un simulacro o acaso una esquizofrenia, que alguno me cuente como mejor llamarlo. Esta crisis expuso la absoluta carencia de políticas agrarias. a la vez que la existencia de precisas políticas de Estado.
Podría parecer contradictorio, pero en el reino de la simulación no lo es.
Tampoco la inoperancia en las áreas de agricultura ha de ser casual, luego de tantos años de ausencia de políticas agrícolas, es evidente que la inoperancia de ciertos funcionarios, es una política o acaso el fruto de una decisión política.
La crisis expuso asimismo, la falta de seguridad alimentaria y la fragilidad y enorme monopolización de las redes de comercialización de alimentos. Bastaron algunas semanas de cortes esporádicos para que las grandes urbes se quedaran sin los alimentos básicos. La crisis demostró, también, la imposibilidad de comprender los escenarios actuales, con los conceptos y con los instrumentos teóricos propios de las décadas del sesenta setenta, y el hecho de que nuestra formación académica continua sufriendo la supremacía de un pensamiento marxista, probablemente de manual o de mercado, pero que imposibilita la comprensión de los nuevos fenómenos complejos de la globalización y de las nuevas relaciones de poder en el mundo acechado por la crisis ecológica, el cambio climático y la crisis de los combustibles fósiles.
¿Qué más puso en evidencia esta crisis?
Pues nada menos que la debilidad de las fronteras y la incapacidad del sistema aduanero para saber lo qué exportamos, cuánto exportamos y quiénes son los que lo exportan.
No es un hecho menor, cuando estamos discutiendo sobre impuestos a la exportación y sobre retenciones móviles que deberán aplicar a su manera, esas corporaciones internacionales y empresas que solo tienen como objetivo el obtener siempre las máximas ganancias.
El gigantesco lucro que obtienen estas corporaciones, gracias a las privatizaciones de los puertos, a la permeabilidad de las fronteras y a que el país se subordina a un rígido modelo de agro exportación, sostenido desde el Banco Central en la compra permanente de dólares, nos retrotrae a las relaciones de sumisión de los años treinta.
El 25 de Octubre de 1973, el Teniente General Perón, le habló al campo, y considerando que su pensamiento y su palabra continúan teniendo vigencia y que son fuente de reflexión para nosotros, hemos querido recordarlo.

También quisiéramos agregar que aquellos eran los años en que el proceso que ahora conocemos como Globalización y que Perón llamaba entonces Sinarquía, se hallaba en sus inicios y comenzaba a extenderse, en tanto que los golpes militares en el continente anticipaban momentos extremadamente difíciles para el país, de los que Perón evidentemente era consciente y de allí su pasión y su energía para contener a todos los sectores en un gran proyecto y tratar de sortear las amenazas que preveía y de las que les hablara reiteradamente, a muchos de sus visitantes de esos días.

Dijo Perón en aquellos momentos: En nuestra República, desde que comenzamos a pensar en la necesidad de dejarnos de pelear por pequeñeces y empezamos a pensar que todos tenemos un destino común, como el país también lo tiene, debemos despreciar esas insignificancias para dedicarnos a lo fundamental, que es engrandecer el país, enriquecerlo y hacer un pueblo digno y feliz. En este empeño, que ha sido siempre nuestra orientación política, el 18 de noviembre de 1972 pensamos que podíamos llegar al Gobierno y establecer un pacto con todas las fuerzas políticas, superando esas diferencias que el país había heredado. Hablo muchas veces de una comunidad organizada. Hablemos de una comunidad organizada no solo en lo político, sino sobre las grandes fuerzas de la producción y del progreso, que es el único desarrollo al que debemos aspirar. Por eso hicimos el pacto político que anuló, diremos así, las controversias políticas; que poco después, el 7 de diciembre, hizo posible una inteligencia a base de coincidencias mínimas, la que dio lugar, desde el 25 de mayo en adelante, a aspirar a esa comunidad organizada que comienza con el primer pacto entre los empresarios, los trabajadores y el Estado, que a su vez hizo posible un equilibrio más estable en la permanente lucha que se libra por los beneficios, ya que nadie trabaja con fines de beneficencia, sino de legítimo provecho. Después de eso, hemos seguido trabajando para crear una comunidad organizada sobre la fuerza constructiva, no en la destructiva, como pudo haber sido en otro tiempo. El acuerdo de ustedes o del agro con el Estado y con el resto de las fuerzas económicas completa este cuadro y completa esta comunidad organizada por la cual nosotros hemos venido luchando y con la que hemos soñado muchos años. Esta es la verdadera organización porque es la constructiva, porque es la productiva, la permanente, ya que los hombres no tienen ni amigos ni enemigos permanentes, sino intereses permanentes. Pongámonos de acuerdo y unamos esos intereses, y la amistad podrá ser más permanente de lo que nosotros mismos soñamos”. Juan Domingo Perón, año 1973

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El poder de las redes

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From: marioenrique, 1 hour ago