Preparando el curso de Nietzsche que empiezo a dar el martes que viene (Lectura apasionada de Nietzsche), releo algunas cosas que siempre me resultan estimulantes. A los libros los tengo gastados, pero me gusta sentir que el tiempo dejó en ellos la huella de tanto uso.
Quiero reproducir aquí un parágrafo esencial, en el que da una versión del trabajo del artista que me parece digna de ser tenida en cuenta (no sólo cuando estamos pensando en el arte sino cuando tratamos de captar el caracter artístico de la aparición del sentido en la vida).
Aquí va:
¿Qué es lo sensacional de estos párrafos? La ubicación de la embriaguez en el lugar que le corresponde. En general, la perspectiva moral no reconoce en la embriaguez una experiencia valiosa, reemplazándola por una actitud más calma y racional. En este planteo, en cambio, se reconoce la vivencia íntima de un desequilibrio positivo y creador, la aparición de un deseo ambicioso y con pretensiones, que no está preocupado de manera obsesiva con la moral y con la producción del bien. Resulta claro que el artista no es el ser más moral del mundo, o bien que su moral (sus valores) son más los del entusiasmo y la generación que los de la difusión de la justicia y la bondad. En los artistas, las buenas intenciones son siempre una máscara. Y cuando no lo son las obras no alcanzan la intensidad requerida.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario