
( A la memoria de Hrant Dink 2007)
Hrant Dink es periodista y jefe de redacción del semanario en lengua armenia Agos, que se publica en Estambul. El 7 de octubre de 2005, el Tribunal de Primera Instancia Núm.2 de Sisli le impuso una condena condicional de seis meses por "agraviar la identidad nacional turca" en un artículo que escribió sobre la identidad armenia. Según el fiscal de la causa, Hrant Dink había escrito el artículo con la intención de denigrar la identidad nacional turca. En vista de que el periodista no tenía antecedentes penales, el tribunal suspendió la pena a condición de que no reincidiera en el delito. Hrant Dink ha apelado contra el fallo. Sin embargo, también está siendo procesado en aplicación del artículo 301 por otro delito (véase más abajo). Si fuera encarcelado, Amnistía Internacional lo consideraría preso de conciencia.
ORHAN PAMUK
EL PAÍS - Opinión - 16-12-2005
Por eso resulta algo embarazoso que se dé una importancia tan exagerada a mi juicio. Soy muy consciente de que casi todos los amigos de Estambul a los que he pedido consejo han sufrido en algún momento interrogatorios mucho más duros, han perdido muchos años en los tribunales y en la cárcel sólo por un libro, por alguna cosa que habían escrito. Dado que vivo en un país que honra a sus pachás, santos y policías con cualquier motivo, pero se niega a honrar a sus escritores hasta que han pasado años en tribunales y prisiones, no puedo decir que me sorprendiera verme procesado. Entiendo por qué mis amigos sonríen y dicen que por fin soy "un auténtico escritor turco". Sin embargo, cuando pronuncié las palabras que me han causado estos problemas, no buscaba un honor semejante.
El pasado mes de febrero, en una entrevista publicada en un periódico suizo, dije que "en Turquía habían muerto asesinados un millón de armenios y 30.000 kurdos"; después me quejé de que en mi país era tabú discutir estos asuntos. Entre los historiadores serios de todo el mundo es bien sabido que, en la época otomana, numerosos armenios fueron deportados, acusados de haber tomado partido contra el Imperio durante
Si el Estado está dispuesto a llegar tan lejos para impedir que el pueblo turco conozca lo que ocurrió conlos armenios otomanos, eso quiere decir que es un tema tabú. Y mis palabras provocaron un furor digno de un tabú: varios periódicos emprendieron campañasde insultos contra mí, algunos columnistas de derechas (pero no necesariamenteislamistas) llegaron a decir que había que "silenciarme" de una vez por todas, grupos de extremistas nacionalistas organizaron concentraciones y manifestaciones para protestar contra mi traición, hubo quemas de libros míos en público. ComoKa, el protagonista de mi novela Nieve, descubrí la sensación de tener que abandonar mi amada ciudad durante un tiempo a causa de mis opiniones políticas. Como no quería contribuir a la controversia, no quería ni oír hablarde ella, al principio permanecí callado, empapado en una especie de extraña vergüenza, escondido del público e incluso de mis propias palabras. Entonces,un gobernador provincial ordenó una quema de mis libros y, a mi regreso a Estambul, el fiscal de Sisli abrió el proceso contra mí, y me vi convertido en objeto de la preocupación internacional.
Mis detractores no actuaban movidos sólo por animosidad personal, ni se manifestaban hostiles exclusivamente respecto a mí; yo ya sabía que mi caso era tema de discusión tanto en Turquía como en el mundo exterior. En parte porque, en mi opinión, lo que mancha el"honor" de un país no es hablar de los momentos negros en su historia, sino la imposibilidad de hablar de ninguna cosa, pero en parte,también, porque estoy convencido de que, en
Lo más difícil es explicar por qué un país que aspira oficialmente a entrar en
No obstante, el drama que está desarrollándose ante nuestros ojos no es, en mi opinión, ningún espectáculo grotesco, inescrutable y específico de Turquía; es más bien la expresión de un nuevo fenómeno mundial que ahora estamos aprendiendo a identificar y del que debemos, aunque sea lentamente, empezar a ocuparnos. En los últimos años hemos presenciado el asombroso ascenso económico de India y China, y en ambos países hemos visto asimismo la rápida expansión de la clase media, aunque no creo que podamos conocer verdaderamente a los protagonistas de esa transformación hasta que veamos sus vidas privadas reflejadas en novelas. Estas nuevas élites, se las llame como se las llame -burguesía no occidental o burocracia enriquecida-, se sienten obligadas, como las clases dirigentes occidentalizadas de mi país, aseguir dos líneas de acción independientes y aparentemente incompatibles para legitimar su riqueza y su poder recién adquiridos. En primer lugar, tienen que justificar su rápida ascensión adoptando el lenguaje y las actitudes de Occidente, y luego, después de haber creado una demanda de esos conocimientos,asumen la tarea de instruir a sus compatriotas. Cuando la gente les critica por ignorar la tradición, ellos responden con un nacionalismo violento eintolerante. Las disputas que un observador ajeno como Flaubert podría llamar estrafalarias no son quizá más que los choques entre esos dos programas políticos y económicos y entre las aspiraciones culturales que engendran. Por un lado está la prisa por incorporarse a la economía mundial; por otro, el nacionalismo airado que cree que la auténtica democracia y la libertad de ideas son inventos de Occidente.
V. S. Naipaul fue uno de los primeros escritores que describieron la vida privada de las clases dirigentes no occidentales de la era poscolonial, despiadadas y asesinas. El pasado mes demayo, cuando conocí en Corea al gran autor japonés Kenzaburo Oe, me enteré deque a él también le habían atacado los extremistas nacionalistas por decir quelos repugnantes crímenes cometidos por los ejércitos de su país durante lasinvasiones de Corea y China debían ser objeto de un debate público en Tokio. La intolerancia mostrada por el Estado ruso hacia los chechenos y otras minorías,así como hacia los grupos de derechos civiles, los ataques contra la libertad de expresión por parte de los nacionalistas hindúes en India y la discreta limpieza étnica de los uigures que lleva a cabo China son campañas alimentadas por las mismas contradicciones.
Los novelistas que se disponen a contar en el futuro las vidas privadas de las nuevas clases dirigentes esperan,sin duda alguna, que Occidente critique las limitaciones que ponen sus Estados a la libertad de expresión. Sin embargo, las mentiras sobre la guerra de Irak ylas informaciones sobre las cárceles secretas de
Orhan Pamuk es escritor turco. © Orhan Pamuk, 2005.Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
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