HACE CUARENTA AÑOS TERMINABA EL CONCILIO VATICANO II
EL AGGIONARMENTO CATOLICO
El Cardenal Giovanni Battista Montini (futuro Papa Paulo VI) llamó a un amigo para decirle:” Nuestro santo muchacho no se da cuenta de hasta que punto está alborotando el gallinero”. El “santo muchacho” era Juan XIII, el párroco del mundo para otros.
Quien se hubiera imaginado que éste Papa de transición iba a dejar perplejo a la Iglesia y al mundo cuando el 25 de enero de 1959 anunció su intención de convocar un concilio ecuménico. Este seria diferente a los veintiún concilios que lo precedieron. El papa Juan planeo una cumbre de los obispos católicos que no contaba con precedentes en la historia de la Iglesia.
Los concilios previos habían cumplido con su cometido, dictando credos, canones, condenas u otros decretos doctrinales formales que proporcionaban “”claves” interpretativas a su labor.
Juan XXIII quiso que su Concilio fuera más pastoral y evangélico que jurídico y dogmático. Previó una conversación abierta en que los obispos del mundo revivirían la experiencia de los apóstoles de Cristo en Pentecostés.
El Concilio Vaticano II renovaría la fe cristiana como vibrante forma de vida; entablaría un diálogo con la modernidad; no dictaría condena alguna; intentaría expresar de nuevo el mensaje puro del Evangelio. Abriría las ventanas de la Iglesia al Mundo.
DIGNITATIS HUMANAE
El 11 de octubre de 1962, el papa Juan fue llevado en la sedia gestatoria a través del pasillo central de la basílica de San Pedro para inaugurar el Concilio Vaticano II.
La cuestión crucial de aquellos tiempos, era la persona humana: un ser único que vivía en un mundo material pero abrigaba vehementes anhelos espirituales, un misterio para sí mismo y para otros, una criatura cuya dignidad emergía de una vida interior en que se hallaba grabada la imagen y semejanza de Dios. El mundo quería escuchar lo que la Iglesia tuviera que decir acerca de la persona y la condición humana, particularmente a la luz de otras propuestas- que se creían humanísticas y se presentaban a si mismas como caminos hacia la liberación. Al final de dos mil años de historia cristiana, el mundo tenía una pregunta que plantear a la Iglesia: ¿Qué era el humanismo cristiano y en qué se diferenciaba de los otros humanismos de oferta en la más reciente humanidad? ¿Cual era la respuesta de la Iglesia al extendido “desconsuelo ante todas y cada una de las existencias humanas” que mostraba la modernidad?
La crisis del humanismo en el punto central de un siglo que se enorgullecía de su humanismo debería convertirse en el marco organizativo de las deliberaciones conciliares. La Iglesia existía para la salvación de un mundo en el que la promesa de la humanización de él a través de medios materiales había llevado, una y otra vez, a la deshumanización y la degradación.
16 DOCUMENTOS QUE CAMBIARON EL MUNDO CATOLICO
Del Concilio emanaron 16 documentos que cambiaron la faz de la Iglesia Católica y abarcaron desde la celebración de la misa en las lenguas vernáculas a la reconciliación con los judíos, pasando por el papel de los laicos en el mundo o las relaciones con los medios de comunicación: se trata de cuatro constituciones(actos legislativos emanados del Papa para dar disposiciones de carácter general y permanente), tres declaraciones( aclaraciones sobre un tema en particular) y nueve decretos (decisiones con carácter normativo).
Las constituciones son: Lumen Pentium, sobre la Iglesia; Dei Verbum, sobre la revelación Divina; Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo actual; y Sacrosanctum Concilium, sobre la Sagrada Liturgia.
Las Declaraciones son: Dignitatis Humanae, sobre la Libertad religiosa; Gravissimum Educationis, sobre la educación cristiana; Nostra Petates, que puso en marcha un nuevo diálogo con las religiones no cristianas y, sobre todo, con los judíos al cancelar la acusación histórica de deicidio.
Los Decretos son: Christus Dominus, sobre los obispos; Apostolicam Actuositatem, sobre los laicos; ad Gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia; Inter. Mirifica, sobre los medios de comunicación social; Orientalium Ecclesiarum, sobre las iglesias orientales católicas; Unitatis Redintegratio, sobre el ecumenismo; Prefectae Caritatis, sobre la renovación de la vida religiosa; Presbyterorum Ordinis, lobre los presbíteros; y Optatam Totius, sobre la formación sacerdotal.
LA LIBERTAD RELIGIOSA
Pero dos de esos textos ayudaría a cambiar la historia del siglo XX: Dignitatis humanae y Gaudium et Spes.
Dignitatis humanae reza como sigue: El Concilio Vaticano declara que la persona hmana tiene derecho a la libertad religiosa….El Concilio declara además que el derecho a la libertad religiosa se basa en la mismísima dignidad de la persona humana como se la conoce a través de la palabra revelada de Dios y de la razón misma. A este derecho de la persona humana a la libertad religiosa debe otorgársele el mismo reconocimiento en el orden constitucional de la sociedad que se le otorgaría a un derecho civil.
Karol Wojtyla (nuestro Juan Pablo II), participe principal en el Concilio, fundamenta así la redacción definitiva de la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo moderno (Gaudium et Spes) “la fe cristiana no lleva a la alineación; la fe cristiana es liberadora en el más profundo sentido de la libertad humana.” Esa era la propuesta que la Iglesia debería hacerle al mundo moderno.
El art.22 de la Gaudium... constituia el eje teologico de todo el Concilio: “Es únicamente en el misterio del verbo hecho carne que el misterio del hombre se torna verdaderamente claro… (y) todo ello es cierto no solo para los cristianos, sino para todos los hombres de buena voluntad en cuyos corazones se halla presente y activa la gracia. Tal era el tesoro que la Iglesia debía ofrecer al mundo moderno: un humanismo enriquecido por el encuentro humano con Cristo, quien, lejos de alienar a la humanidad, le revela la verdad plena de su dignidad y su glorioso destino”.
El art. 24, es el eje filosófico y moral del Concilio, era el complemento esencial de la antropología cristo céntrica propuesta en el 22: “el hombre solo puede descubrir plenamente su propio ser a través de una sincera entrega de si mismo”. Tal era la verdad de la condición humana que la Iglesia deseaba explorar junto al mundo moderno; una verdad que, para los cristianos, quedaba confirmada de forma definitiva por el propio Cristo.
LAS CONSECUENCIAS DEL VATICANO II
Con el Concilio Vaticano II , la Iglesia católica dejo de ser entonces la Iglesia europea, y casi la iglesia de los países europeos latinos, para escuchar voces muy diversas: la del pluralismo anglosajón, desconocedor y contrario a la combinaciones político-religiosas de las viejas cristiandades latinas; la del agitado mundo de Latinoamérica; las del Tercer Mundo, en el cual, exceptuando China, la Iglesia había salido mejor librada que en otros embates revolucionarios gracias a la orientación reciente de formar verdaderas comunidades autóctonas, y la de la llamada Iglesia del silencio de los países del bloque comunista que, si bien en algunas cuestiones adoptaba un tono conservador explicable por la dura e injusta situación en que vivía, aportaba un valioso testimonio de fidelidad y austeridad.
Al concluir el Concilio, el 8 de diciembre de 1965, quedó la convicción de que su realización había constituido una línea que marcaba un antes y un después en la historia de la Iglesia y de toda la cristiandad. Incluso su poderoso influjo trascendió los límites estrictamente religiosos, causando una profunda conmoción social y política, en especial en América Latina, donde la acción evangélica muchas veces se identificó con los movimientos de liberación.
Los prelados pidieron en el texto final a los jóvenes que lucharan contra el egoísmo, la violencia y el odio y les exhorto a la generosidad, respeto mutuo y sinceridad y a construir un mundo mejor que el de los mayores.
DR. MARIO ENRIQUE ABAIT marioabait@hotmail.com
Webblog: marioonthenet.blogspot.com
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