6/12/2005

Don y Misterio- Juan Pablo II

JUAN PABLO II : DON Y MISTERIO


El mundo se conmueve con su muerte. Para millones de personas, muchas de las cuales no son católicas, es la gran figura de nuestros tiempos, el defensor y la principal encarnación de una fuerza moral que ha guiado sin riesgos a la humanidad a través de una de las centurias más sangrienta de la humanidad.

El pontificado de Juan Pablo II ha sido uno de los más importantes de los últimos siglos, para la Iglesia y para el mundo. Muchos sostienen que ha sido el Papa de mayor trascendencia desde la Reforma y la Contrarreforma en el siglo XVI.

Su vida, sus convicciones y su doctrina representan un inequívoco desafío para la época en que vive, y con la que en muchos otros aspectos parece sintonizar tan bien.

Encontramos que su mensaje ha insistido en que el sufrimiento puede resultar redentor y en que la obligación constituye el núcleo de la religión bíblica, ante una modernidad tardía dominada por el principio de placer y por la terquedad personal.

Ha enseñado que las verdades universales existen, que podemos conocerlas y que al hacerlo se nos imponen ciertas obligaciones morales, ante un entorno intelectual en que se niega la capacidad humana de saber cualquier cosa con certeza.

Ha defendido la idea de una naturaleza humana universal e insistido en la condición altruista del ser humano, ante unos tiempos en que la personalidad se considera infinitamente plástica y la naturaleza humana es vista como urdimbre cultural.

Ha enseñado que la felicidad se encuentra en la obediente sumisión del talento y la voluntad a la verdad trascendente y el amor, en una cultura en que la felicidad se identifica con el talento y su afirmación.

Ha insistido en que todo ser humano posee dignidad y valía inherentes e inalienables, en contra de la tentación de establecer la utilidad como único criterio para la valoración de cualquiera.

Ha defendido la prioridad de la cultura y el poder de transformar el mundo del alma humana, en un mundo que asume que la historia es el producto de impersonales fuerzas económicas y políticas.

Y en un momento histórico que celebramos la búsqueda del interés personal, ha enseñado que veneramos a Dios y nos esforzamos en alcanzar la santidad no porque ello redunde en nuestro bien, sino porque así es como debe hacerse.

LA ESPERANZA CENTRADA EN CRISTO

¿ Cómo comprender nuestra humanidad en una era en que los artefactos fruto de nuestra propia creatividad amenazan la existencia misma del proyecto humano?.

Wojtyla cree que la persona es un ser moral en sí mismo. La moralidad no es un añadido, un apéndice culturalmente construido e históricamente condicionado de lo que, en esencia, es inexistente. Ser humano supone ser un agente moral, lo que significa a su vez que vivimos en un universo humano cuya mismísima estructur es dramática. Y el gran drama de cualquier vida es la lucha por rendir la persona que soy a la persona que debo ser. Esa lucha significa enfrentarse a la realidad de lo maligno, no evitarlo, pues lo maligno se ha manifestado de forma inequívoca: en la vida cotidiana, en la explotación de un ser humano por parte de otro, económica, política o sexualmente. Pero lo maligno no ha tenido la ultima palabra, pues en el centro del drama humano está Cristo, la imagen de Dios invisible, cuya participación en la condición humana y cuya conquista sobre la muerte significarán que la esperanza no es ni una vana ilusión ni una fantasía defensiva erigida ante el temor en el corazón de la oscuridad moderna. Karol Wojtyla creía que la esperanza centrada en Cristo era la verdad de nuestro mundo.

En la Naciones Unidas en 1995 nos decía:” como cristiano, mi esperanza y confinza se centran en Jesucristo....[quien] para nosotros es Dios hecho hombre y forma parte por ello de la historia de la humanidad” .

UNA PROPUESTA AL MUNDO

Juan Pablo II no habló solo a los cristianos. Su propuesta al mundo acerca de la naturaleza del ser humano, de los requisitos morales para la comunidad humana, del significado de la historia de la humanidad y la trayectoria del destino de los hombres, es el camino hacia donde apunta el norte de la vida de Wojtyla; es a la humanidad que él apunta su misión y su prédica.

La propuesta de Juan Pablo II sobre los cimientos morales de la sociedad libre, basada en su particular entendimiento de la naturaleza y dignidad de la perona, con toda seguridad no a dirigida tn sólo a los católicos. Tiene trascendencia para los cristianos, para los judíos, musulmane, para adeptos de las otras grandes religiones mundiales, y para todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Sólo puede llegarse a él y juzgársele si uno se aproxima a él y le acepta por lo que dice ser: un hombre de fe, cuya fe radica en quién es. Esa fe ha concebido a su vez, en Farol Wojtyla, una gran esperanza para la humanidad.

UN ANTIDOTO CONTRA EL TEMOR

Discurso a la V Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas: “ Constituye una de las grandes paradojas de nuestro tiempo que el hombre, que iniciar el periodo que llamamos modernidad con la seguridad de haber alcanzado la mayoría de edad y la autonomía, se aproxime al final del siglo XX temeroso de sí, temeroso de lo que ea capaz de hacer, temeroso ante el futuro. En efecto, la segunda mitad del siglo XX ha sido testigo del fenómeno sin precedentes de un humanidad que no está segura de que exista probabilidad alguna de futuro.
Con vista a asegurarnos de que el nuevo milenio que se avecina sea testigo de un nuevo florecer del espíritu humano, en el que mediará una autentica cultura de la libertad, hombres y mujeres deben aprender a conquistar el temor. Debemos aprender a no tener miedo, debemos redescubrir un espíritu de esperanza y un espíritu de confianza. La esperanza no es el optimismo vacío que surge de la ingenua confianza en que el futuro ha de ser necesariamente mejor que el pasado. La esperanza y la confianza son premisas de una actividad responsable y se cultivan en ese íntimo santuario de la conciencia en que el hombre se halla a solas con Dios y percibe, por tanto, que no está solo en medio de los enigma de la existencia, pues está rodeado por el amor del Creador”.

La esperanza de la perspectiva humana está arraigada en la fe, y esto constituye la verdad del mundo, la misma que le cautivara de joven y que conformara su vida adulta. Es la verdad de la que se ha obligado a rendir testimonio.

Su palabra y su magisterio es un tesoro que los cristianos que vivimos el tiempo de Juan Pablo II llevamos en nuestra mochila.

La fe cristiana no lleva a la alienación; la fe cristiana es liberadora en el más profundo sentido de la libertad humana. [ Juan Pablo II ].



DR. MARIO ENRIQUE ABAIT

E-MAIL: marioabait@hotmail.com

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