Su vida es la historia de una redención: Nació hace 70 años en Burdeos, en el seno de una familia judía emigrada de Ucrania, y con sólo 5 años contempló cómo sus padres eran deportados y asesinados en un campo de concentración.
Recuerda sin amargura, “no es fácil para un niño saber que a tus progenitores lo sentenciaron a muerte por discriminación racial”. Boris logró escapar y comenzar una existencia nómada que lo arrastró durante su adolescencia por distintos orfelinatos.
Era el típico caso perdido, un “patito feo” condenado a llegar a la edad adulta convertido en un maltratador o en una persona desgraciada. Pero no fue así, conoció a unos vecinos que le descubrieron el lado afable de la vida, lo trataron como a un ser bondadoso con perspectiva y lo animaron para que estudie psiquiatría.
Con el paso del tiempo formó una familia y se convirtió en uno de los analistas del comportamiento humano más importante del mundo. Él mismo encarna un ejemplo perfecto del tipo de lucha que defiende en su libro bajo el término de RESILIENCIA.
El diccionario de
Su libro encarna, en primer lugar y sobre todas las cosas, un mensaje de esperanza: un niño herido puede recuperarse y evitar ser un marginado. Puede sobrevivir sin traumas si no se lo culpabiliza y se le presta apoyo.
Debemos a la resiliencia la resistencia a la adversidad. A la capacidad que tienen los humanos para resistir a los contratiempos, un mecanismo de autoprotección creado en primer lugar por los lazos afectivos y, posteriormente, por la posibilidad de expresar las emociones. No debemos confundirlo con la resistencia.
Resistencia es cuando uno recibe un golpe y se enfrenta a él, mientras que la resiliencia es volver a recuperar el desarrollo que se tenía antes del golpe. Se puede sufrir un trauma, pero lo importante es ser capaz de reconstruir la vida con este trauma.
Según Boris, para que una persona tenga un trauma tiene que ser golpeado en dos ocasiones. El primer golpe es algo real, físico: es ser humillado o ser herido, pasar hambre o frío. Pero eso no es el trauma, eso es una forma de sufrimiento.
Para que exista trauma es necesario que haya un segundo golpe en la representación de lo real. Imaginemos que un niño tuvo un problema, que recibió un golpe, y cuando les cuenta el hecho a sus padres, a éstos se les escapa un gesto de disgusto, un reproche. En ese momento han transformado su sufrimiento en un trauma.
Lo que antes era esperanzador ahora se vuelve preocupante. Los niños son seres muy complejos y, a veces, educarlos como se merecen parece difícil. Es en su libro “Los patitos feos” donde se transmite un mensaje de amor y afecto a quienes han sufrido una infancia dura y traumática,
El concepto de resiliencia –la capacidad de resistir a las adversidades- no es nuevo. En el siglo XIX ya se estudiaba la relación entre la pobreza y las situaciones adversas (mentales, físicas y sociales) en los jóvenes.
Pero no fue hasta hace unas cuatro décadas atrás cuando se comprobó que algunos chicos que habían crecido con padres alcohólicos no siempre padecían carencias psicosociales o biológicas y que podían alcanzar una calidad de vida adecuada pese haber sufrido mucho durante la fase del desarrollo.
Fuente: Agencia Nova
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