Nota: Rescatamos el testimonio de un militante de aquella época (escrito en 2003).
Han pasado 30 años. ¿Te acordás del 73? Lo viviste o te lo contaron, seguro. Perón, Evita y el tío Camporita. Liberación o Dependencia.
Sí, Dependencia. Palabra tan escamoteada, como si la semántica posmoderna la hubiera deglutido. Es una palabra desaparecida. Justo lo que nombra lo insoportable de nuestra realidad, los dolores de todos estos años. Liberación o Dependencia: la disyuntiva había nacido como nítida heredera del 17de Octubre. Había lucido en las elecciones del 46 Braden o Perón.
(...)
Volvamos al 73. Fue un soñar sin límites. Nos equivocamos en muchas cosas. Pero acertábamos en otras. Liberación o Dependencia era y sigue siendo, creo, lo que entonces llamábamos contradicción principal.
Polemizábamos con los marxistas que desconocían la cuestión colonial. Y no era cuestión de agarrárnosla tan solo con sus teóricos fundadores sino con los enanos stalinistas vernáculos. Bueno, como era de esperarse éstos terminaron abrazados con Videla y explicando cuan democrático era este asesino comparado con otros genocidas peores.
Hoy no hace falta discutir todo aquello. Los desnutridos, los padres sin trabajo, los profesionales apenas subsistiendo, los jóvenes exiliándose, los efectos de la dependencia están exhibidos por doquier.
1973. Fuimos la juventud maravillosa. Nos situábamos junto a los sometidos de la historia, peleábamos por los condenados de la tierra. Como sobreviviente de aquella historia le he dado vuelta a la cuestión muchas veces. Nos equivocamos. Fuimos un maravilloso error. Costó mucho dolor, muchas vidas.
De aquel fracaso queda el legado de un proyecto inconcluso. Pero también los del 45 y los de FORJA habían recibido el legado inconcluso de San Martín, de Bolívar y tantos otros. Es así, no hay escapatoria.
(…)
Aquellos que quieren hacer política piensen, reflexionen, es preferible beber en otro manantial. Dejen de tomar agua podrida. O, no se sorprendan después si se contaminan. Las pequeñas historias no son sólo anécdotas. Tejen la historia.
Tratemos de ser memoriosos. Como cada uno de nosotros tiene recuerdos fragmentarios, también para ésto nos necesitamos.
¿Se les ocurre el poder revolucionario que se desplegaría si una ciudadanía de pie y haciendo memoria se dispusiera a examinar las conductas públicas pasadas, a ejercitar la memoria activamente y dispuesta a enterarse de lo que no sabe o sólo sospecha?. ¿Y si desde esta práctica de la memoria se fundaran prácticas cívicamente más potentes?
La catástrofe argentina no llovió del cielo ni fue producto del enojo de los dioses. Hay responsabilidades. Muchos responsables que, en distinto grado, vendieron al pueblo y a
Jugando con la letra tanguera diría, Yo sé que ahora vendrán caras… conocidas. Demasiado conocidas.
Adviertan también el enorme poder transformador que pueden desplegar los actos éticos y las conductas coherentes si se ejercitan colectivamente. Si los argentinos dejamos atrás la fantasía de salvarnos por obediencia y empezamos a aprender a salvarnos por rebeldía.
La lucha decisiva se está dando en el plano cultural y en nosotros mismos. Peor que la propia oligarquía, decía Evita, es el espíritu oligárquico infiltrado en nuestras filas. Yo me refería hace unos días a algo parecido y lo escribí con estas palabras: No se puede desear la libertad y simultáneamente aceptar las imágenes de felicidad y de realización que el sistema de opresión genera.
No se olviden, los escépticos, que hasta los dinosaurios se extinguieron cuando cambió el clima. Y el clima social cambió, está cambiado y está en nosotros que continúe cambiando…
Quienes me conocen saben que no acostumbro a silenciar mis opiniones. Hoy quiero compartir con Uds. esta reflexión sobre el 11 de marzo. Te la dedico a vos, Oscar Manzur, un tipazo al que nos arrebataron los genocidas de la dictadura. Te la dedico porque me acuerdo que cuando salimos a las calles a festejar aquel domingo 11 de marzo de 1973 tu cara, como la de tantos, estallaba con una felicidad contagiosa.
Un saludo fraternal. Un abrazo militante.
Eduardo Bertolino
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