Yo reposo en la luz, la recojo en mis manos,
la llevo a mis cabellos,
porque es ella la vida,
más suave que la muerte, es indecisa,
y me roza en los ojos,
como si acaso yo tuviera su existencia.
El mar es un misterio recogido,
lejos y azul,
y diminuto y mudo,
un bello compañero que te dio su alegría,
y no te dice adiós, pues no ha de recordarte.
Sólo los hombres aman, y aman siempre,
aun con dificultad.
¿Dónde mirar, en esta breve tarde,
y encontrar quien me mire
y reconozca?
Con todo el revuelo del Nobel ha pasado de puntillas la concesión del Premio Lorca de Poesía, el segundo más importante después del Nacional de Poesía y el mejor dotado de las letras hispanoamericanas, al poeta y académico de la lengua Francisco Brines (Valencia, 1932). Brines es uno de los pocos representantes de la generación poética de los 50 que siguen entre nosotros junto a su compañero Ángel González, quién ganó la primera edición del premio hace cuatro años.
El portavoz del jurado y director de
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